Inicié estudios de Ciencias Biológicas en 1979. Sin embargo, la universidad y la vida estudiantil no resultaron ser lo que yo esperaba. Las clases eran aburridas y el tipo de adquisición de conocimientos que esperaba brillaba por su ausencia. La universidad era una mera extensión del aburrido método de enseñanza del instituto: codos e interminables clases teóricas.
Buscando algo más, en 1982 viajé por España, Francia y Marruecos. Hubo experiencias muy transformadoras que me abrieron los ojos a la realidad de las personas marginadas.
A nivel personal también descubrí que a pesar de ser una privilegiada de clase media, no podía sentirme realizada con el estilo de vida que me aportaría un trabajo asalariado.
Tenía una especie de obsesión con averiguar más sobre la mente humana y estaba convencida de que el cambio social solo ocurriría con el cambio individual. Pronto descubrí que todos los libros interesantes sobre el tema estaban en inglés, y yo había estudiado francés. Así que, en 1983, decidí irme al Reino Unido para aprender inglés y solucionar mi crisis existencial.
Para una joven de la Transición española, Londres era el paraíso del estado de bienestar. Hice trabajos muy dispares, desde limpiadora a profesora de español en el equivalente al Instituto Cervantes de Londres. Sobre todo, pude estudiar inglés y formarme en áreas relacionadas con la psicología y el desarrollo personal sin apenas recursos.
En 1984, me trasladé a una zona rural del Reino Unido. Durante 7 años, además de trabajar en una editorial, participé en un proyecto educativo enfocado hacia el cambio social mediante el uso de técnicas innovadoras de comunicación, liderazgo colaborativo y desarrollo personal. Aquí realicé mis primeros pinitos en la traducción y descubrí un mundo fascinante. Vivir en un país extranjero me permitió sentir en mi propia carne lo que explora la psicolingüística: una parte importante de lo que creemos ser y sentir, es producto del idioma que hablamos y de la cultura en la que nacemos y vivimos.
A los 30 años volví a España con familia y creamos un negocio de clases de inglés y traducción en Málaga.
A los 40 años, el excesivo estrés provocado por los malabares de sacar adelante el trabajo, la casa y dos hijos a lo «superwoman» y de una forma bastante caótica, desencadenó una crisis de salud física y emocional. Descubrir que mi energía no era infinita fue un choque tremendo y me forzó a poner los pies en la tierra. La salida consistió en aprender mucho sobre cómo cuidarme mejor, ser más eficiente y productiva con mi tiempo y aplicar en serio las estrategias que ya conocía contra el estrés.
Entre el 2004 y 2008, retomé los estudios para formarme en Medicina Tradicional China, lo que serviría para dar una estructura a lo que había aprendido, a base de prueba y error, sobre la salud física y mental.
Pasados los 50, llegó de la menopausia y, con ella, otro tipo de achaques :-). Esta vez mi aprendizaje y bagaje previos sirvieron para aceptar más rápido la innegable realidad de que el cuerpo envejece y transformar la situación en algo útil para mí y los demás.
Ahora entro en los 60, con menos responsabilidades familiares, y espero que un poco más sabia y serena. Sí sé que tengo con ganas de compartir con las generaciones más jóvenes lo aprendido en este fascinante viaje de la traducción, el teletrabajo y la complicada tarea de equilibrar la vida laboral y familiar sin morir en el intento :-)